viernes, 19 de junio de 2015
Reglas o limitaciones
Esta historia se la hice a una muy buena amiga mía hace unos meses.
Suenan campanas, la gente se levanta de golpe. Voy despacio y me pongo a pensar que la vida es demasiado corta como para seguir siempre unas reglas o limitaciones.
Así que salgo corriendo. No puedo creérmelo, lo estoy haciendo. ¡He dejado plantado en el altar al que iba ser mi marido!
Solo pienso en correr y no me detengo hasta llegar a una pequeña playa. Ya ahí, me quito el velo y pienso en lo que he hecho, o mejor dicho, en lo que no he hecho.
¿Cómo he podido ser tan ingenua? Tan solo tengo 20 años, hace un año planeaba comerme el mundo, pero llegó él y cambió mis planes.
Se supone que cuando te enamoras pierdes la cabeza, el mundo te parece distinto y harías lo que fuera por esa persona, solo que a mí no me pasa eso.
Recapacito y me doy cuenta de que todos en la playa me están mirando, normal, yo también estaría alucinando, una chica de blanco hablando sola.
Decido ir a casa. Allí me cambio, hago la maleta y salgo. No se a donde ir, todos estarán en la iglesia.
Paro un taxi y me subo.
Está anocheciendo y oigo aviones despegar, voy a coger uno, pero ¿con qué dirección? Me bajo y doy vueltas por el aeropuerto esperando una señal.
¿París? ¿Londres? ¿Nueva York? ¿Madrid? Espera un momento. La Gran Manzana, siempre he querido ir a Nueva York.
Quizás la ciudad que nunca duerme pueda ser mi nuevo hogar, un hogar donde pasar página o cambiar de libro entero y empezar a vivir mi vida.
Es de noche y desde el puente de Brooklyn diviso la isla de Manhattan en todo su esplendor.
No se como explicar lo que siento en este momento, en el que me doy cuenta de que no soy una triste historia. Veo las luces en los rascacielos y me doy cuenta de que mi vida ya es otra.
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